Una densa melena que le llegaba hasta la
cintura
Otro rasgo sobresaliente de la
momia de Galera era su enorme melena, que le
alcanzaba la cintura. “Al difunto se le peinó
con dos trenzas laterales y una coleta central
recogida por un coletero compuesto de varias
cuentas de piedra. La gran coleta de caballo
está deshecha y la encontramos arrollada sobre
el brazo y el antebrazo, que estaban
flexionados. La momia también conserva restos de
pelos de la barba, así como de vello corporal,
todavía adheridos a la piel”, dice este
antropólogo.
De las vestimentas con que fue ataviado para el
ritual funerario no se puede decir mucho, pues
la mayor parte de los tejidos ha desaparecido.
“Posiblemente, le enfundaron un gorro y unos
pantalones ceñidos, sin que podamos precisar más
detalles. Es de resaltar la aparición de una
redecilla, confeccionada con cuerda de esparto,
que se encuentra liada en la pierna derecha y
junto a la que aparecen posibles restos de
lana”, señala el profesor Molina. Esta especie
de espinillera, rellena de trapos, serviría para
amortiguar golpes y presiones en la pantorrilla.
Mediante análisis microscópico, el profesor
Botella ha comprobado que la lana se encuentran
siempre sobre los restos de lino. “La lana
–añade el antropólogo– no está tricotada, sino
que sus fibras aparecen formando una suerte de
fieltro. Creo que la momia fue envuelta
fuertemente en un sudario. En cierto modo, el
muerto estaría liado como un caramelo.” Esto
explicaría la postura fetal tan forzada que
presenta la momia y que es imposible de lograr
de forma natural. “¡El fémur está paralelo a la
columna vertebral! El cadáver tuvo que ser
colocado en esta posición en las dos primeras
horas tras el fallecimiento o esperaron a que
pasaran 36 horas. En el espacio de tiempo
intermedio, la rigidez cadavérica impide
articular el cuerpo”, dice el profesor Botella.
“No hay lugar a dudas: cuatro personas hemos
sido incapaces de colocar un cadáver actual en
la misma posición que la momia de Galera”, añade
la doctora Alemán.
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La exploración
tomográfica.
El restaurador
Fernández Magán y la doctora Jiménez
reciben los restos del hombre de Galera
que, para que no sufrieran daños durante
el traslado, fueron arropados por una
envoltura de espuma expandida. Metida en
esta cuna protectora, la momia fue
trasladada hasta un tomógrafo axial
computerizado –arriba, a la derecha– de
la Facultad de Medicina, en Granada,
para someterla a una completa
exploración. Ésta constató que no
existen marcas de traumatismos,
fracturas o cualquier otra lesión ósea
grave. A la derecha, tomografía del
cráneo y parte del torso.
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Sobre estas
líneas, pupas de mosca adheridas a los
tejidos de la momia. El estudio de la
fauna cadavérica, que literalmente se
zampa las partes blandas de los
cadáveres, permitirá a los ento-mólogos
de la Policía Científica determinar la
época del año en que murió el hombre de
Galera.
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Vista general de la tumba.
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Detalle de la mandíbula y la coleta.
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La espinillera rodea la pierna.
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 ¡Vamos a ver qué hay
dentro! Antes de abrir la
sepultura, los científicos
inspeccionaron su interior con la
ayuda de una minicámara de
vídeo. A la derecha, el biólogo
Sergio Fernández, del Dpto de
Antropología Física, sujeta la videocámara
a una varilla para
introducirla en la tumba a través
de un boquete practicado en la
roca. Abajo, las primeras
imágenes de la momia.
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Dime qué ajuar funerario tienes y te diré
quién eres
Por último, los arqueólogos
están estudiando el ajuar funerario, que en la
cultura de El Argar adquiere un especial
significado: las tumbas de los siervos y gente
humilde aparecen casi vacías, mientras que las
de alta alcurnia contienen elementos casi
exclusivos. “Los objetos hallados en la tumba
aportan valiosísismos datos sobre la clase
social y el sexo del difunto”, comenta el
profesor Molina. “Pensamos –continúa– que
nuestra momia fue un individuo de clase social
media alta. Posiblemente perteneció a la élite
del poblado, que vivía en la acrópolis, pero sin
llegar a tener una relevancia especial.” Como
adornos personales llevaba un par de anillos de
plata en los dedos índice y corazón de la mano
izquierda, y brazaletes de cobre. “También hemos
encontrado un puñal del mismo metal con restos
de cuero en la vaina y un hacha de cobre con
mango de encina que, por la forma de estar
insertado, se emplearía como azuela”, comenta la
profesora Rodríguez.
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Sus enfermedades.
Los múltiples
análisis a los que están siendo
sometidos los restos orgánicos de la
momia empiezan a dar sus frutos. Por
ejemplo, los microbiólogos han
identificado en las heces de la momia un
parásito conocido como Trichuris
trichiura, que provoca trastornos
intestinales y nerviosos; y en los
restos de piel han aislado un hongo
dermatófito que en estos momentos está
siendo cultivado para su identificación.
En la ilustración inferior, aparecen
señaladas las principales alteraciones
óseas detectadas en las poblaciones
argáricas. La artrosis es con diferencia
la patología más común. En las mujeres,
afecta a los codos y la región lumbar,
debido a la molienda del cereal,
mientras que en los hombres aparece en
los hombros y la zona dorsal de la
espalda, debido a la actividad agrícola
y el transporte de peso.
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Amasijo de nematodos
Trichuris trichiura. Este parásito
ha sido hallado en los excrementos de la
momia.
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El profesor
Botella mide con un calibre una vértebra
de la momia. Alguna de las piezas
vertebrales presenta leves marcas de
artrosis y en las rodillas hay señales
de osteocondritis, una inflamación del
cartílago articular en la rótula que
puede degenerar en artrosis.
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Trabajo en equipo.
Los responsables de la excavación, Fernando
Molina y Oliva Rodríguez Ariza –en primer
plano– posan junto a dos de los miembros del
equipo de excavación.
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Envasado al vacío
El arqueólogo Martín Pero contempla una urna
funeraria recientemente hallada en una terraza
de Castellón Alto. Este tipo de inhumación
estaba reservada para los individuos
infantiles.
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“Al lado de la momia, sus
seres queridos colocaron cuatro vasijas de
cerámica típicas de la cultura de El Argar: una
copa, que probablemente contenía algún tipo de
perfume; una olla para líquidos, quizás mosto de
uva; y dos vasijas donde con seguridad se
depositaron alimentos”, dice el profesor Molina.
Y concluye: “Ahora es cuando comienza el estudio
exhaustivo de este maravilloso hallazgo
arqueológico, que va a permitir conocer mucho
mejor cómo eran y vivían las gentes en la Edad
del Bronce”.
Enrique M. Coperías
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