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EL HOMBRE DE GALERA
Su momia nos permite conocer cómo vivíamos hace 3.500 años.

Cristales de yeso indican que pudo morir en verano

Por su parte, los antropólogos han determinado que su edad era de 4 años y que enfermó cuando sólo tenía dos. “En las coronas de los primeros molares permanentes, que emergen a los 6 años y que en el niño aún se hallan dentro de la mandíbula, se aprecia una banda de hipoplasia o adelgazamiento del esmalte dental”, explica la doctora Jiménez. Esta marca en la pieza dental indica que sufrió un proceso infeccioso, una deficiencia nutricional u otro problema relacionado con alteraciones en el crecimiento del esmalte. “El hecho de que sólo aparezca una banda nos indica que se recuperó”, precisa la doctora Jiménez. Ahora bien, 24 meses después el niño falleció. “Desconocemos –dice la especialista– el motivo de su muerte. La ausencia de traumatismos sugiere que tuvo que ver con una patología infecciosa, puesto que en tiempos pasados las infecciones suponían el 90 por 100 de las causas de defunción.”

Hasta ahora, los científicos tampoco han conseguido determinar de qué murió el adulto. Tal vez nunca se sepa. Sin embargo, la ciencia moderna cuenta con herramientas sofisticadas para sonsacar información a la momia. Por ejemplo, el profesor Botella estima que falleció en pleno verano: “He encontrado en el pelo de la momia cristales de yeso que quizás se formaron a causa de una fuerte evaporación que sólo pudo ocurrir en la época estival”. Si está o no en lo cierto lo dirá el estudio de la fauna cadavérica asociada a la sepultura. Los insectos y artrópodos permiten a los entomólogos forenses determinar con una precisión asombrosa la época de la muerte, según la investigadora Ana María García, de la Comisaría General de la Policía Científica, en Madrid, que ha recibido una muestra de los vestigios entomológicos presentes en la momia.

Por otro lado, el análisis del contenido intestinal revela que el hombre de Galera sufría de lombrices estomacales. El doctor José Gutiérrez, del Departamento de Microbiología de la Universidad de Granada, ha identificado un tricocéfalo (Trichuris trichiura), cuyas larvas se adhieren a la mucosa del ciego y causan hemorragias. Y su colega, la doctora Trinidad Escobar, acaba de detectar en el cuero cabelludo momificado un hongo dermatófito. Pero ni éste ni el parásito intestinal mató al inquilino de la 121.

De lo que no cabe duda es de que el hombre murió relativamente joven. “Era un varón narigudo, de complexión grácil y más bien bajo –no sobrepasó el 1,60 de altura–, que tenía entre 27 y 29 años en el momento de la muerte”, señala la doctora Inmaculada Alemán, del Departamento de Antropología Física. “Como nota curiosa de su constitución física hay que señalar que tenía unos brazos bastante largos en relación con el resto de las dimensiones corporales. Este particular detalle también se aprecia en el niño, lo que está indicando que éste era su vástago”, añade el profesor Botella.


Vida cotidiana.
El asentamiento de Castellón Alto era fundamentalmente agrícola. Sus habitantes alternaban el cultivo de cereales, como la cebada vestida y el trigo desnudo, con el de guisantes, habas y otras leguminosas. Además, cultivaban lino, para la actividad textil. Como fuente de carne, criaban ovejas y cabras; las vacas y los caballos estaban reservados para las tareas agrícolas y el transporte de materiales. A la derecha, reconstrucción de una de las casas de Castellón Alto, donde aparece, en primer plano, un molino asentado sobre un poyete de piedra y, al fondo, un telar típico de la cultura de El Argar.

Poblado.
En los momentos de mayor expansión demográfica, el poblado ocupó las terrazas del cabezo y las laderas del cerro colindante –abajo–. Llegó a tener un treintena de casas y 80 habitantes. En la acrópolis, rodeada por una muralla, se situaron las viviendas de la élite, los silos y, localizada recientemente, una cisterna –izquierda– con capacidad para contener 19.000 litros de agua. A la derecha, la vega del río Castilléjar vista desde el poblado.