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EL HOMBRE DE GALERA
Su momia nos permite conocer cómo vivíamos hace 3.500 años.

Las tumbas se escavaban dentro de la vivienda

Siguiendo las costumbres funerarias de la cultura de El Argar, que recibe el nombre del yacimiento ubicado en la comarca almeriense del Bajo Almanzora, las sepulturas de Castellón Alto fueron construidas dentro de las propias viviendas”, comenta María Oliva Rodríguez, codirectora de la excavación y profesora de la Universidad de Jaén. Vivos y muertos compartían un mismo espacio físico en los poblados argáricos. “Desarrollaron –dice el profesor Molina– un sentimiento religioso mucho más elaborado que sus antepasados de la Edad del Cobre. Aquellas gentes no sólo rendían a sus difuntos cultos rituales relacionados con las creencias relativas al más allá, sino que también llegaban a venerarlos como antepasados notables, manteniéndolos en el propio hogar.” Quizás esta costumbre se instauró para simbolizar de una manera directa la ascendencia que algunos vivos mostraban con orgullo y para fijar la relación de poder, sobre todo cuando las familias forman parte de la élite y se transmiten por herencia sus categorías social y económica. Recordemos que la argárica era una cultura que destaca por su acusada jerarquización social, como veremos más adelante.

La extracción.
Antes de abrir la sepultura, los arqueólogos decidieron construir una caseta de obra que les permitiese controlar la temperatura y humedad del entorno. El objetivo: impedir posibles alteraciones en los restos orgánicos de la momia. A la derecha, el restaurador Manuel Fernández Magán somete los restos arqueológicos a un tratamiento especial como paso previo a su extracción. A pesar del mimo con que se realizó el trabajo, parte de la melena quedó destruida para siempre.

Unas covachas selladas por grandes losas

En Castellón Alto, las tumbas, salvo las inhumaciones infantiles en urnas funerarias o pithoi, son fosas verticales excavadas en el suelo y con más frecuencia covachas artificiales practicadas normalmente en la pared posterior de las cabañas. Una abertura con forma de huevo da paso a una pequeña cueva de planta oval no más grande que un plato de ducha donde se coloca al difunto en posición fetal junto al ajuar funerario.
“La mayor parte de estas covachas eran selladas con grandes losas que se calzaban con piedras y a veces se les anteponía un murete de piedras sujetas con yeso. En ocasiones, las losas de piedra eran sustituidas por tablones o troncos de pino”, dice la profesora Rodríguez.

La ubicación de las sepulturas en la parte trasera de las casas no era casual y se explica por la especial arquitectura urbanística de la cultura de El Argar. Efectivamente, los asentamientos argáricos aparecen ubicados casi siempre en las laderas de los cerros con fuertes defensas naturales y cercanos a fuentes de agua. El poblado de Castellón Alto no es una excepción. “Fue levantado sobre un escarpado espolón o cabezo con tres terrazas naturales y en la ladera del cerro contiguo, desde donde se domina la fértil vega del río Castilléjar”, explica el profesor Molina. Y añade: “Con el fin de optimizar el espacio habitable, los lugareños procedieron a cortar la roca virgen de las terrazas y laderas naturales, separadas por altos escarpes, para construir diversas plataformas horizontales y escalonadas”. Fue en estos terrenos robados al cabezo donde edificaron las hileras de viviendas a lo largo de la pendiente. De este modo, el muro trasero de la casa, que normalmente discurre paralelo al de la fachada, revestía el talud de roca que, a su vez, servía de nicho para los difuntos.

En concreto, la sepultura de la momia andaluza apareció en una de las viviendas de la terraza inferior del poblado que, por cierto, reposa sobre una vieja mina de yeso. “Nuestra primera intención fue extraer un cubo de roca que contuviese la tumba, para completar la excavación en la universidad. Pero la estrechez de las callejuelas y la orografía accidentada del cerro impedían el acceso de la maquinaria necesaria para cortar y sacar el bloque rocoso. La alternativa fue construir una caseta que hiciera las veces de laboratorio improvisado y que nos permitiera acceder a la momia en unas condiciones óptimas de seguridad”, explica el profesor Molina.
 
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